miércoles, 20 de mayo de 2009

La clase

El primer momento comienza con el azar, una prospección visual que te indique donde es más deseable sentarse, luego llega la profesora que decide colocar a todos por orden de lista, es curioso, pero apellidarse Alonso o Rodríguez puede cambiar tu vida, así es.

Yo al medio, como el jueves, ni arriba, ni abajo, esa es mi posición en la clase, si acaso de los de delante, menos líos, menos risas, pero más tranquilo. Hubo un tiempo que me senté atrás, quería ser malote, pero eso fue después, bastante después.

Yo iba con mi hermano hasta llegar al colegio, después cada uno a lo suyo, no sé si ya lo he dicho, pero en Madrid, hace bastante frío en invierno, una bofetada que hace que no desees salir de casa, que te obliga a andar deprisa, pero que te acostumbra a estar en un sitio medio inhóspito más a gusto que en la calle.

La mañanas mañanas comenzaban tranquilas, luego iban tomando más intensidad y actividad, uno de los recuerdos que tengo más vivos era la llegada siempre tarde de un chico, que vivía puerta con puerta con el colegio, lo que provocaba la reprimenda inmediata, la espera fuera de clase un rato, el choteo general que iba aumentando cuando una pobre mujer, madre de este chico aparecía en bata con un vaso de zumo, que el chaval se tomaba finalmente delante de todos, para escarnio de él, para satisfacción de la madre y para perpetuación de su baja consideración social en el mundo colegial, entre sus compañeros, que se veía agravada con su baja condición social (ésta ya en el mundo exterior), que poco a poco íbamos percibiendo, por el modo de hablar de la madre, por el modo de vestir y más tarde comprendería, por el modo de pensar.

Siempre pensé que no había un pensamiento lógico en esa forma de actuar de madre e hijo, uno por no tomarse el zumito en su casa, otra por llevárselo recurrentemente a su hijo a clase, por humillarlo sin querer, pero de manera indeleble entre sus compañeros y compañeras, por convertirlo en un paria en su entorno inmediato, una pena.

A veces, venían otras madres o hermanos mayores de otros chicos, pero era por algún motivo pasajero que se olvida, pero esa situación repetida a diario durante meses, fue cruel y estúpida, por lo que se demuestra una vez más que hay amores que matan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario