viernes, 22 de mayo de 2009

El bar

Otro recuerdo que tengo de la infancia en el colegio eran las puertas cerradas, la imposibilidad de abrirlas, por la altura, por la prohibición de hacerlo, lo peor de los castigos era tener que quedarse dentro, solo, aunque siempre volvían a por tí, y no era tanto tiempo, aunque se hacía eterno, al final, la calle, la libertad.

Y en la calle, volvía el sol, camino de casa, lento lentísimo, yo lo achacaba a la cantidad de veces que mi madre se paraba para hablar, aunque después, cuando he sido padre, ha sido al revés, lo niños van lentos y se ponen bastante pesaditos, todo cambia depende de dónde se mire.

Hay algo, que no ha cambiado en mi forma de ver el mundo y son los bares, tengo un primer recuerdo con uno de mis abuelos, uno de los pocos que tengo de él, en un bar que ponían unas buenas aceitunas negras, luego más mayor fui mucho a tomar lagartos (medios cubatas) ahora es un banco, y al lado en una mantequería donde me compraba galletas, que sigue estando, pero ahora es una tienda delicatessen.

Los bares de mis recuerdos infantiles han desaparecido la mayoría, los dueños han muerto y sus negocios han cambiado de actividad, en aquellos bares, había bastantes relaciones sociales, transversales como se dice ahora, te juntabas con gente de todas las categorías sociales y a los niños nos trataban bastante bien, unos sitios cálidos, llenos de servilletas en el suelo, creo recordar que solo había hombres y para entretenerte te daban dinero para echar a la máquina tragaperras, pero eso fue después, al principio no había.

Los camareros llevaban cadenas de oro y sus tatuajes hacían referencia a su estancia en la Legión en el mejor de los casos, los aperitivos a diario estaban llenos de oficinistas y comerciantes de la zona, se hacían grandes grupos, se jugaba a los chinos, se pedían raciones con bastante alegría, se vendían más vermuts que cervezas, se pagaba con los grandes billetes verdes, y te devolvían alguno azul de 500 pesetas o varios marrones de 100 pesetas, hoy en día, con mil pesetas no pagas una ronda pequeña, no digamos una de esas donde había mucha gente y raciones. El dinero valía más y además tenía mejor presencia, eran monedas y billetes con más categoría, ahora ocupan menos y duran menos, aunque sea una moneda más fuerte, no lo parece.

Por aquel entonces, no se percibía el tabaco, aunque todo el mundo fumaba, era algo natural, habitual, a nadie le parecía molestar, nadie tenía la percepción del mismo, los carteles se ponían a mano, que tenían una pátina amarillenta, las cajas de bebidas y los barriles estaban a la vista, se veían las cajas amarillas de Schweppess y de la Coca Cola, también los carteles externos, que aún quedan como reliquias en bares cutres o en los pueblos.

La sensación que tengo es que aquellos bares tenían más vida que los actuales, ahora son sitios donde se vende comida y bebida, pero algo más privado y rápido, entonces había una sociedad que hacía más vida en la calle y la vida en la calle era más barata.

Los bares tenían las puertas abiertas de par en par, sobre todo en verano, ahora las tienen cerradas por el aire acondicionado, elemento que tampoco era necesario entonces y ahora es imprescindible, es verdad que nos hemos hecho más cómodos, pero no sé si la sociedad de antes era más feliz que ahora, pero lo parecía.

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